En un galpón abandonado
vivía Julio, un hombre muy creativo, que con su perro Ian inventaba aparatos
raros. Era tan creativo que un día inventó una zapatilla que hable para cuando
estás solo y aburrido.
Una tarde quiso inventar
otro aparato raro y salió con Ian en busca de objetos perdidos. Tranquilamente
iba caminando y se encontró con un ciempiés que se quejaba diciendo: “Hace
cinco horas me estoy atando los cordones y recién voy en el pie quince de cien
que tengo”. Al ver tan preocupado al ciempiés, Julio, no dudó en ayudarlo y
volvió rápidamente a su galpón.
Con su imaginación y
creatividad empezó a crear un aparato y dos grandes manos que automáticamente
ataban todos los cordones desatados habidos y por haber que tenían cerca.
A los dos días ya lo tenía
preparado con moño y todo. Salió de su galpón y fue al mismo lugar que lo
encontró, lo escuchó quejándose: “Ahora estoy en el setenta”. Lo interrumpió y
le dijo: “El otro día te he visto quejándote y al verte tan preocupado decidí hacerte
este aparato”. El ciempiés lo abrió y al ver el título del aparato no dudó en
usarlo y se puso muy feliz ¡Ya podía atarse los cordones al instante! Le
agradeció mucho y le aconsejó que le haga el mismo aparato a su otro amigo para
que juntos vayan al cine a ver el estreno.