Esa noche Gerardo estaba atendiendo la emergencia del hospital donde trabajaba.
De pronto se abrió la puerta de dos hojas y un par de enfermeros entraron empujando una camilla; sobre ésta iba acostado un tipo que estaba abrazado de un muñeco. Gerardo había visto de todo, pero aquello lo sorprendió. Uno de los enfermeros se acercó para decirle en voz baja:
- Doctor, el paciente tiene síntomas de haber sufrido un infarto. Lo atendimos en el teatro donde estaba dando una función. Como ya habrá notado, es ventrílocuo, y no se quiere apartar del muñeco.
- Está bien, yo me encargo. Buen trabajo -le dijo Gerardo al enfermero.
Al ver al paciente de cerca notó que estaba a punto de perder el conocimiento. Escuchó el pecho del tipo con el estetoscopio y enseguida ordenó:
- Hay que llevarlo urgentemente a cardiología, está por tener otro infarto y… -Gerardo no terminó la frase porque el enfermo lo tomó fuerte del brazo, y con la voz ronca le pidió:
- Quiero ir con mi muñeco… no deben apartarlo de mi lado… por favor… es un muñeco…
- Quédese tranquilo. Se lo voy a cuidar personalmente. Ahora tiene que preocuparse por usted.
El hombre fue a decir algo más pero quedó inconciente. Los enfermeros lo llevaron a otra sala y Gerardo quedó con el muñeco.
El muñeco era del tamaño de un niño pequeño, tenía la boca articulada, los ojos eran muy realistas, y mientras Gerardo lo sostenía se cerraron solos, lo que lo impresionó un poco. Después recordó que esos muñecos tienen un mecanismo interno con el cual los ventrílocuos manipulan los ojos y la boca de la marioneta. Entonces creyó que lo había accionado sin querer al sostenerlo.
En la habitación había un armario que estaba casi vacío, lo abrió y metió el muñeco allí, cerrándolo enseguida.
No mucho después llegó un accidentado. Mientras Gerardo suturaba una herida abierta, estando de espalda al armario, tuvo la impresión de escuchar algo, un ruido apagado que parecía venir del interior del mueble; pero siguió haciendo su tarea sin voltear. Miró sí a la enfermera que lo ayudaba ahora, pero ésta parecía no haber escuchado el ruido, pues estaba atenta al herido.
Cuando quedó solo miró hacia el armario. La puerta del mueble se encontraba entornada, y parte de la cara del muñeco se asomaba por la abertura, y resaltaba un ojo bien abierto que estaba mirando a Gerardo. Al notar el ojo espía del muñeco se asustó tanto que al retroceder chocó una mesa donde había instrumentos quirúrgicos, y éstos cayeron al suelo con estruendo, haciendo que Gerardo dejara de ver hacia el armario. Cuando lo miró nuevamente estaba bien cerrado.
Después de eso no se atrevió a abrirlo, y como no llegaba más nadie salió al pasillo para tratar de tranquilizarse. Volvió a la sala acompañado del doctor que lo iba a relevar, y al no estar solo se animó a abrir el armario, y cuando lo hizo el muñeco ya no estaba, y su colega notó que habían dejado una ventana abierta.